El secreto sin retorno, parte 1
CAPÍTULO
1
Debía
levantarse de la cama. Aun así, decidió acurrucarse cinco minutos más entre las
sábanas que la arropaban cariñosamente. Percibiendo que podría disfrutar un
poco más de tiempo en aquella cama que la seducía, sonrió con tanta
tranquilidad que creyó ser la persona más feliz del mundo. Su realidad se
oscurecía apartándose inmediatamente de sus sentidos, mientras que sus sueños
comenzaban a ser dueños de su mente. Pasada una hora, Aris se percató de lo
ocurrido. ¡Otra vez llegaría tarde!
Esa
mañana de invierno se advertía más fría que las anteriores. Aris debería
apresurarse para llegar a tiempo a las clases del instituto, el cual se
encontraba lejos de su domicilio.
-¡Qué
horror! Ahora tengo que irme a clase andando y, además, sola. Todas mis amigas
habrán estado esperándome en la puerta varios minutos hasta hartarse- pensó
Aris aún tumbada en la cama, realizando un fuerte esfuerzo por no volver a
dormirse.
Y saltando de la cama sin percatarse que la
mañana helaba, corrió dirección al aseo donde se encendió el radiador. Por
suerte, la vestimenta ya la tenía decidida la noche anterior, al igual que la
mochila con los libros de las asignaturas que impartirían esa mañana.
Aún
con los ojos entrecerrados, sintiendo que la somnolencia le vencía, decidió
prepararse un café. Mientras se bebía el café a pequeños sorbos a causa de su
alta temperatura, se vistió tan apresuradamente que no se percató que portaba
el jersey al revés. Mirándose al espejo como todas las mañanas, se peinó de
manera que su cabello se encontrara recogido en un coletero, excepto unos
mechones rebeldes que sobresalían de ambos lados del rostro. En aquel momento
se percató de la torpeza de sus actos. No sólo llegaría tarde a clase por
quedarse dormida, sino que iría enseñando la etiqueta del jersey a todos sus
compañeros. Y sin dejar de reírse, arregló este problema tan torpe; no podría
demorarse más.
Una
vez lista, recogió su mochila y salió de su casa sintiendo que aquel día sería
diferente a todos los demás: ¡No todos los días se vestía una con la etiqueta
hacia fuera!
Caminando
por la acera en dirección al instituto, se percató que en el lado contrario
había un grupo de jóvenes que la miraban fijamente. Se ruborizó por ello; pero,
como cualquier chica adolescente, les dedicó una sonrisa coqueta y sexy a la
vez.
-No
sé para qué me he levantado. Con el frío que hace... Podría estar ahora mismo
acurrucada entre mis queridas mantas polares. Total, hoy no hay ninguna clase importante.
-Todos estos pensamientos se aglutinaban en su mente adolescente, indignada y
arrepentida por haberse levantado.
Dejando
atrás todas aquellas reflexiones somnolientas, suspiró de alegría al reparar
que vería a su adorado profesor. “Todo por verle” se decía una y otra vez todas
aquellas mañanas donde el sueño y la flojedad dominaban su cuerpo y mente. Le
gustaba demasiado; podría decirse que Norberto era su primer amor: un amor
platónico. Una sensación de alivio y confort rozó sus sentidos. Su piel se
había erizado y su rostro color canela había elegido parecerse a un tono
rosado. Ruborizada, ladeó la cabeza con ambas manos para que, de esta manera, desaparecieran
estos pensamientos que comenzaban a evadirla de la realidad.
El
hecho de haberse encontrado tan absorta durante el camino, hizo que no se
percatara de la velocidad de su paso. Ya había llegado a la puerta de su tan
“querido” instituto; ya era la hora de comenzar la etapa académica de ese día.
Golpeó
el timbre que se encontraba al lado de una verja gris. La puerta se hallaba
cerrada, como de costumbre, puesto que abrían solo al entrar y al salir del
horario académico. Su ausencia a la primera clase provocó la ira del conserje;
no porque tuviera que salir a abrirle la puerta (que también lo exasperaba),
sino porque se había convertido en su rutina diaria, el llegar tarde a las
clases.
-Ya
viene este viejo cascarrabias con ganas de discusión. No voy a seguir su
conversación, seguro que así se cansará de intentar darme lecciones. –Pensaba
Aris mientras Agustín agitaba los brazos en su dirección. En realidad, siempre planeaba
la misma estrategia, pero no surgía efecto en aquel hombre tan tozudo.
Una
vez en clase, Aris no paraba de pensar en Norberto. Desafortunadamente, su
profesor no había podido asistir a su horario laboral por causas personales.
Nadie del instituto sabía cuáles habían sido las verdaderas razones, pero Aris
imaginaba una y otra vez las causas de esta ausencia.
-A
lo mejor ha roto con la novia. Sí, tiene que ser eso… ¡Pues mira, mejor! –Se
afirmaba a sí misma, convenciéndose de ello.
-Aris
no seas ingenua. Norberto no habrá dejado de venir a clase solo por separarse
de su pareja. Habrá sido algo mayor. ¡Puede que haya fallecido su madre! –Le
contradecían sus amigas.
-¡Vaya
rollo! Yo solo había venido porque nos tocaba su asignatura. Si lo llego a
saber… ¿No podría haber ocurrido otro día? –Y mientras argumentaba su rabia,
miraba por la ventana con una mano apoyada en la mejilla.
Podrían
transcurrir horas y horas en esta postura, imaginando cuáles podrían ser las
razones de su ausencia; argumentando en sus propios pensamientos que se sentía
defraudada por ello; y lo más importante para ella: si algún día conseguiría
acercarse a su tutor de una manera diferente que el de profesor-alumna.
El
sonido afónico de un timbre determinó que las clases habían finalizado. Por ese
día ya habían sido suficientes los tormentos para Aris. Solo deseaba volver al
instituto al día siguiente para comprobar que todo seguía de la misma manera: si
Norberto vendría a dar sus clases de música, asignatura que impartía; si había
roto con su pareja o le había ocurrido algo a su madre. En realidad, se
encontraba preocupada por este hecho. Su tutor nunca había faltado a su
trabajo; por ello, este problema debía de ser muy importante. Y agrupándose con
sus amigas, decidieron iniciar su camino de vuelta a casa.
Por
el camino, todas ellas risueñas, habían tenido la idea de celebrar ese mismo
fin de semana una fiesta en casa de Bárbara, ya que sus padres se iban de viaje
de negocios a Cantabria. Como es natural, aceptaron sin rechistar. Ilusionadas
unas, dando brincos de emoción otras, planearon la fiesta en pocos minutos.
Mientras Bárbara y Tania aportarían la bebida, Aris y Esther traerían algo para
picar. Pero, en realidad, en lo que todas pensaban era en invitar al máximo
número de chicos posibles.
-Ya
verás Aris como te ligas a algún chico guapo este finde. ¡Así te olvidas de una
vez del viejo de nuestro profesor! –Dijo Tania entre risas.
-Lo
intentaré. Pero Norberto nunca se me va a ir de la cabeza. –Aris las miró con
determinación. “Os perdono la vida” pensaba entre sí.
Y
acompañando a cada una hasta la calle donde vivía, Aris se convenció de este
hecho: no debía de obsesionarse con Norberto. “Es mi profesor. Tiene quince
años más que yo. Además, ¡tiene pareja desde hace mucho! Es un amor imposible”
se dijo multitud de veces para convencerse a sí misma hasta entrar en su casa.
Pero Aris, absorta en sus reflexiones, no se percató que alguien la seguía
desde hacía tiempo; que la miraba fijamente escondido entre la multitud.
CONTINUARÁ
Lara Evems
woow esta increible.
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