Nunca te rindas, por favor

“Por favor, no me molestes más. Creo que por una vez necesito descansar; tomarme un tiempo. No quiero seguir dando vueltas a lo loco. Vamos a tomarnos una semana de vacaciones, ¿vale? La necesitamos los dos. Lo sabes. Sabes tanto como yo que debemos dejarlo pasar. Lo ocurrido, pasado es y no podrás cambiarlo por más que lo intentes.

De verdad, hazme caso. Intenta olvidar lo ocurrido; intenta disfrutar de lo que tienes y mejorar tu futuro. Sé que es difícil, que es tema me concierne a mí, pero tú debes ayudarme o caeremos los dos en una oscura letanía…”

-¿Por qué siempre tienes que meterte en todo? Deja que sufra mi soledad, Mer. No necesito los sermones de nadie y menos los tuyos. Quiero seguir palpitando rápido y bruscamente. Tengo que soltar toda la adrenalina que llevo dentro.
-Pero le estás haciendo daño con esa actitud. ¿No entiendes que ya es la hora? Deja que se relaje, que descanse. Pasará el tiempo, ya verás, y todo esto quedará en un recuerdo. Yo me ocuparé del resto. Tú solo déjalo marchar.

La silenciosa conversación se mantenía en secreto ante la multitud. Nadie podía escucharlo. Nadie podía sentirlo. De fondo se oía un breve murmuro, apaciguándose, apagándose poco a poco. Se respiraba un ambiente frío, acomodado por unos sofás de cuero negro en la pequeña sala. Esta decoración no acompañaba al sentimiento de ahogo que se hallaba vigente en la habitación.
-Vámonos a dormir. Ya es muy tarde, y ya empiezo a sentirme un poco mareada, Zack…

- Ve tú, Mer. Yo no te obligo a que no duermas. Quizás seas tú misma la que no deja que podamos dormir todos.
-Yo no tengo la culpa de que le llores en cada momento del día. Y ella nota el cansancio. ¿No la ves? Intenta no quedarse dormida, Zack. Cree que si duerme desaparecerá por completo. Sigue sin aceptar la realidad.
-Lo quería, Mer. Lo amaba con todo su ser. ¿Cómo dejar de llorar? Ayúdanos a conseguirlo.
-Zack, sabes que no puedo ayudarte mejor. Lo intento, soy fuerte por los dos porque sé que eres más sensible en estos momentos. Pero debemos salir adelante, por ella. Porque si ella cae, nosotros también lo haremos y estaremos perdidos.
-Creo que estoy comenzando a endurecerme. Lo golpes me hacen más fuerte, pero…
-¡No hay “peros” que valgan! Conciénciate.
-¿Por ella?
-Por ella, Zack.

Miré de manera pausada la sala. Los sofás estaban ocupados por personas adormiladas, cubiertas en su mayoría con mantas. Reclinados, acostados o apoyados unos con otros, la finalidad era la misma. Intentar no quedarse dormido en esta noche tan oscura. Necesitábamos el apoyo mutuo para seguir en nuestros cabales.  Repasé todas y cada una de las caras de los allí presentes: algunas parecían elevar la comisura de los labios, y en otras podía observar unas gotas saladas y amargas en las mejillas.
Creo que en las mías también podían verse algunas de esas gotas. Me limpié con la manga la señal de debilidad que se percibía en mi rostro y me coloqué serena en el sillón.

-Lo está pasando muy mal, ¿verdad Zack?
-Sí, es un dolor muy profundo. Jamás la había sentido así de hundida.
-¿Por qué le pasan estas cosas a las mejores personas? No creo que ella se lo merezca. En realidad, nadie se lo merece. Sin embargo… ella es… tan buena. No llego a comprender la situación.
-Yo tampoco, Mer. Siempre ha sido una niña feliz y grandiosa. Sé que llegará lejos. Estos golpes duelen con más intensidad al principio. Después comienza a relajarse. Nuestra niña se hace adulta…
-Zack, creo que ahora eres un pilar muy grande para ella.
-Sí, confía en su instinto. Pero para ser tan joven tiene demasiadas cicatrices. Espero que podamos levantarnos de esta.
-Siempre hemos salido adelante. Siempre; y esta no va a ser la excepción. Ella lo intenta, quiere ser fuerte. ¿Lo notas? Observo su comportamiento y estoy en su mente.
-Pero no lo consigue.
-Sí lo consigue. Piensa que debe ser valiente y afrontar la vida tal y como le ha tocado vivirla.
-Y también está su madre…
-Exacto, Zack. Su madre.
-Debe ser fuerte por ella, ¿verdad Mer? Deben apoyarse mutuamente.
-En estos instantes piensa en ella y en su bienestar. ¿Qué te dice eso Zack?
-mm… Es más fuerte de lo que su interior siente.
-A veces llorar, sentir dolor o preocuparse por los demás no significa ser débil. Quizás sólo sea una manera de escape, de desahogo. Simplemente es ella misma en su totalidad.
-Porque es sincera y pura.
-Exacto, Zack. Porque no esconde lo que siente. Deja al descubierto su alma, y por supuesto, a ti. No por eso debes sentirse desprotegido. Cuantas más cicatrices, más aventuras habrás vivido, y más experiencia me aportarás a mí.
-Tienes mucha suerte, Mer. Los golpes me los llevo yo y luego tú los solucionas. ¡Cámbiame los papeles!
-Te equivocas. Los golpes psicológicos también son muy perjudiciales.  Los dos necesitamos de nuestra ayuda. ¡Ah! Y más suerte tienes tú que puedes sentir sus más sinceros pensamientos.
-¡Espera, Mer! Creo que está cesando. La sensación de ahogo está desapareciendo poco a poco.
-Quizás sea porque está quedándose dormida. Sus ojos no podían soportarlo más, y yo también estoy agotada…
-¿Y yo qué debo hacer, Mer?
-Dejarla descansar por un día. Dejemos que llore un poco más antes de caer en un profundo trance. La ayudaré en eso.
-Te ayudaré. Buenas noches, Mer.
-Hasta mañana, Zack. Coge fuerzas, los próximos días serán tormentosos.
-Soy todo cicatrices, ¿no lo recuerdas, Mer? Lo haremos por ella.
-Y por su madre, recuérdalo siempre.
-Sí, y por su madre.

En breves instantes mi cabeza empezó a relajarse. Mi cuerpo comenzó a acomodarse al sillón para hacerse un hueco en él. Recogí la manta que se situaba encima del reposabrazos y tapé con ella a mi madre, que se hallaba recostada sobre mí. Me cubrí con la manta restante y conté los últimos segundos antes de quedarme dormida.
Vi a mi padre, ayudándome a montar en el columpio cuando sólo tenía cuatro años; a leer mi primer libro de la escuela, siempre risueño y dispuesto. Unos ojos marrones me miraban orgullosos cuando saqué matrícula en el instituto. Y su abrazo cariñoso, mientras decía unas palabras a mi oído que nunca olvidaré, en la gala de Fin de Carrera.
Su imagen se desvanecía mientras decía esas palabras. Su miraba oscura y enternecedora no señalaban un “adiós”, sino un “hasta pronto”. Sin embargo, esas palabras no se borrarían fácilmente, se quedarían marcadas en mi corazón y en mi mente para siempre.

Eva Lermas Fernández




Comentarios

  1. Hola Eva!!
    Me ha dado error 2 veces, 3a vez que escribo el comentario...
    Te decía que me gusta mucho como escribes, aunque aun no te pillo bien lo que quieres transmitir, o lo que transmites incoscientemente... Ahi estoy “conociendote” a traves de tus palabras... Me gusta...
    Te decía qje este texto me suena a la noche previa de un funeral, en la sala de espera del tanatorio, verdad? no sigue? interesante...
    Por cierto, ayer me llegó tu libro, ya estoy con el, jejejeejeje me gusta... llevo 30-40 paginas...
    Te ire contando por los comentarios de aqui, que me da verguenza escribirte en instagram... jejejeejee
    Un beso!
    J

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