Un instante de amor
Elvira
miró por hacia la larga avenida, atestada de gente. Buscaba a aquel que, con un
roce en el hombro, la había cautivado hasta lo más infinito de su corazón. Su
cabello, castaño como el suyo, había dejado un rastro a perfume extremadamente
delicioso. ¿Puede alguien enamorarse de una persona con solo olerla? Al
parecer, Elvira lo había conseguido. Sin saber su nombre, le había gritado con
un breve sonido, pues sus extremidades conectaron al instante. Pero aquel desconocido
chico pasó melodiosamente por su lado sin hacer caso de sus conjeturas. Solo se
volvió, finalmente, al cabo de unos segundos, para suplicar perdón por el
tropiezo. Y sus miradas se enlazaron; existió, por un momento, una tensión
visual y emotiva que creía inexistente. Elvira, por su parte, se enamoró
locamente de esa pequeña visión, de esos ojos color miel y de ese perfume
achocolatado.
Y
girada ante la inmensa calle, visualizando una pequeña sombra del hombre de sus
sueños, comprendió que aquél era invisible; sobrehumano; inalcanzable. Sabía,
perfectamente, que no volvería a verle, aunque sus cuatro sentidos restantes
estarían recordándole de por vida.
Lara Evems
Precioso encuentro, te dan ganas de correr en su busca. Un abrazo.
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