El silencio de una amarga realidad
Esta carta está dedicada a cientos de jóvenes que sufren en silencio el acoso escolar, y tienen que convivir con el miedo que cohíbe su libertad y su fuerza. Con ésta se podrá observar el sufrimiento que causa este maltrato, acto que no sólo afecta a la víctima, sino a todo su alrededor. Entre todos podremos hacerle frente; esperemos que esta palabra, "bullying", no exista en un futuro. ¡La violencia no significa poder!
Queridos Mario y
Ángela:
Hola. Me llamo
Bea, una excompañera del instituto de vuestra hija. Me presento formalmente,
pues no sé si Laura os habló de mí.
Me gustaría que
me conocierais, que supierais un poco de mi vida y cómo conocí a vuestra hija.
No pretendo que perdonéis lo ocurrido, pero, al menos, pretendo que no me
juzguéis sin conocer la historia.
Yo soy y siempre
he sido una joven sin amigos. Multitud de veces me han caracterizado de
inusual; quizás tuvieran razón, lo reconozco, pues casi nunca salgo de fiesta como
las jóvenes de mi edad. Me he negado a salir, incluso a pasear por mi ciudad
con tal de situarme tranquilamente en mi casa, envolviéndome en mi soledad.
Pero estaba tranquila; realmente me sentía segura, centrándome en mi música o
estudios. ¿Es que necesitaba algo o a alguien más para ser feliz?
Un día, mis
padres decidieron cambiar de vivienda, lo que provocó mi traslado a otro
instituto. Nuevos vecinos, profesores, compañeros se presentaban ante mí… a
pesar de estar familiarizada con la soledad, toda esta situación me supuso un
mayor aislamiento. Debía comenzar desde el principio, cosa que no se me daba
bien.
Por tanto, llegué
al instituto como alumna nueva, sin conocer a nadie. Tampoco me sentía con
fuerzas para presentarme; ahí estaba, sola y desamparada, mientras que los
demás compañeros charlaban tranquilamente. ¿Estaría cambiando? Mi opinión sobre
la soledad se había transformado; supuse que era hora de realizar amistades.
Finalizando el
primer trimestre, vuestra hija vino a saludarme con esa sonrisa que tanto la
caracterizaba. Me quedé perpleja, ya que nunca había enlazado palabra con ella.
Le agradecí, sinceramente, su grata compañía. Y así es como creamos este gran
lazo de amistad. Laura y yo nos parecíamos
más de lo que creía. Ella era una adolescente risueña, al contrario de mi
estado de ánimo, pero también le gustaba la soledad. Podría decirse que era
especial, como yo. Sentí que podría ser la amiga que tanto había estado
esperando, ¿mi media naranja?
Pasaron los
meses en el que me sentí una joven nueva. Había renacido. Mientras que mi humor
aumentaba positivamente, el de Laura se transformaba en tristeza y suspiros. Le
pregunté qué le ocurría; no comprendía por qué mi mejor amiga se hallaba en tal
delirio, ¿qué era lo que no me habría contado? Un día de tantos, vuestra hija
se atrevió a explicarme el suceso entre lágrimas y desconsuelo. Mi corazón cayó
destrozado por tal visión; Laura necesitaba mi ayuda y apoyo.
-Bea, he recibido una carta aterradora. Me amenazan
con golpearme y hacer daño a mi familia si pido ayuda. Me acusan de ser un
“bicho raro”. Tengo miedo… ¿Qué puedo hacer?
Mis labios se
paralizaron del horror; mis palabras se hallaban paralizadas en el borde de mi
boca, realizando un esfuerzo por emitir sonido. Pero por más esfuerzo que
realizaba, ninguna frase consiguió salir. No sabía cómo ayudarla a menos que
fuera a la policía, acto que rechazó al instante. Entre los sollozos de mi
amiga, concluí que debía ayudarla, no separándome de ella. Quizás estando
acompañada no se atrevieran a realizar su propósito. También le aconsejé que os
lo mencionara, pero se negó rotundamente, creyendo que no la entenderíais.
Descubrimos que
las personas que enviaron la carta habían sido unas compañeras de mayor edad,
las cuales habían repetido varias veces de curso. Eran esa clase de jóvenes con
las que es mejor no relacionarse. Tenían por costumbre abusar de los más
pequeños, aunque nunca creímos que pudieran llegar tan lejos.
Al cabo del
tiempo, cercano a las vacaciones de verano, las amenazas cesaron. Vuestra hija
estaba contenta por ello; ya no tenía ese terror que la paralizaba al entrar a
clase, o simplemente por salir de casa. Ese día decidió que ya era hora de
pasear, que debía afrontar sus miedos. Con valentía, Laura tenía planeado venir
a mi casa, dándome una sorpresa, para después salir a pasear. Pero la situación
cambió; ella no contaba con que nuestras compañeras la seguían. ¿Cómo habíamos
sido tan estúpidas? Debimos habernos percatado de ello, y haber avisado a la
policía en su día.
Todo había sido
una trampa. Éstas dejaron de enviar amenazas con el objetivo de mejorar la
confianza de Laura; para hallarla en soledad, cumpliendo así sus palabras.
Pero vuestra
hija se percató de ello demasiado tarde. En los pocos segundos que le quedaban,
mi amiga me avisó por móvil pidiendo auxilio con terror.
Yo, sin pararme
a pensar sobre lo ocurrido, me encaminé rápidamente hacia nuestro lugar de
encuentro. Mientras me acercaba, observé una imagen que nunca se borrará de mi
mente. Laura, mi mejor amiga, había sido atacada a traición. La vi tirada en el
suelo, cuan larga era, envuelta en un charco de sangre. Habían sido apaleada
brutalmente hasta sangrar por la nariz y la boca. Mi corazón dio un vuelco,
parecía no responder a los latidos. Se hallaba paralizado al igual que Laura,
encogida en la acera pidiendo compasión.
Ágilmente, como
si la adrenalina recorriera mis venas, alcancé a la primera chica que se
encontraba ante Laura, atizándole un buen golpe en la cara. Su gran cuerpo cayó
verticalmente hacia la carretera a causa de la fuerza. Pero su compañera se
percató de lo ocurrido, viniendo en mi búsqueda. Ahora el objetivo era yo; por
suerte, a Laura la dejarían por olvidada. En aquel instante, el resto del grupo
imitaró su acto. Mi visión se nubló del terror; no visualicé qué podría ocurrir
hasta que noté un terrible dolor en el cuerpo. Me golpearon en el estómago
hasta escupir sangre. Acto seguido, la joven a la que había derrumbado me arreó
tal golpe en la cabeza que creí fallecer.
No me quedaban
fuerzas para seguir luchando. Mi propósito había sido ayudar a Laura. En
cambio, en mis planes no incluía ser golpeada hasta la muerte. Brevemente pude
observar qué ocurría: una de las jóvenes le pasó un utensilio plateado y
estrecho a la líder del grupo. Mirándola
con cara suplicante, mi vida pareció recorrer en diapositivas.
Ya sabía cuál
iba a ser mi futuro. El terror se apoderó de mí. ¿Estaba preparada para lo
peor? Siempre había creído en que era fuerte, que la seguridad era mi máxima
aliada hasta que conocí a Laura.
Tenía tantas
cosas que realizar y tantos sueños que cumplir... Pero, en realidad, no me
arrepentía de mi acto heroico, aunque fuera lo último que hiciera en esta vida.
Ayudar a mi amiga era tan gratificante. ¿Cómo iba a abandonarla?
Cerré los ojos.
No quería ver como aquella persona sin escrúpulos y sin sentimientos me clavaba
una navaja en cualquier parte de mi cuerpo. Miré en dirección a Laura por
última vez. Deseaba recordarla para siempre en el otro mundo, lugar donde estaba
segura que iría. Pero ella no estaba en el suelo.
Todo fue tan
rápido... En un abrir y cerrar de ojos, vuestra hija se interpuso entre la
joven con la navaja y yo, salvándome la vida. Laura murió por una buena causa,
la de salvar al prójimo. Un acto de locura le había permitido levantarse e
intentar protegerme, sin comprender que podía acabar dañada en el intento.
Lo último que
recuerdo en aquel momento fue nuestra intensa mirada, momentos antes de caer
inerte al suelo. Una breve sonrisa apareció en su rostro, acompañada de una
lágrima. Podía percibir una imagen en aquella gota transparente, un gran
recuerdo de nuestra amistad: el día que nos conocimos. Observé la cara de Laura
por última vez, sonriendo en un último esfuerzo y dándome las gracias por haberla
conocido, por haberla hecho tan feliz en aquellos meses que habíamos estado
juntas.
No podía
soportar perderla. Y me desmayé.
Supongo que algún
vecino nos encontraría allí tumbadas y llamaría a la policía o la ambulancia.
Cuando desperté ya me hallaba en el hospital. Y Laura... No estaba conmigo.
Ángela y Mario,
vuestra hija me proporcionó un mensaje para vosotros en caso de sucederle algo
grave. Os quería demasiado y os daba las gracias por su educación, por haber
tenido unos padres tan maravillosos como vosotros. Con esta carta os proporciono
las últimas palabras de Laura...
En mi caso,
acabé mudándome a Barcelona con mi familia. Este lugar solo me traería
dolorosos recuerdos, aunque felices por haber conocido a vuestra hija.
Quería
agradecerles el haber tenido una hija como Laura. Ella me cambió, me salvó no solo de la
muerte, sino también de mi propio encarcelamiento interior. ¿Qué me hubiera
ocurrido sin su amistad?
Os hago saber
que fue mi mejor y única amiga. No la olvidaré.
Gracias por todo,
Bea.
Lara Evems
#bullying #LaraEvems #relatos #reflexiones #acoso #reflexionandoconeva #literatura #carta #amargarealidad #acosoescolar
Comentarios
Publicar un comentario